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El 8M pasó.

Me deja un sabor más bien amargo y el sentimiento de que los conceptos o significados de términos como “igualdad de género”, “feminismo”, “paridad”, circulan en territorios interpretativos según las doctrinas y argumentarios políticos de cada quién.

No termino de entender que las ideas puedan tener dueños o amos como las mascotas y que las personas debamos comportarnos como una pandilla de papagayos, coreando las consignas que nos mandan por wasap.

No comprendo el sectarismo. No es razonable que quienes dicen defender la libertad de las mujeres impidan a otras manifestarse. ¿Qué clase de libertad es esa?

Me gustaría saber en qué Administración, en que ventanilla se entregan los carnés de feminismo y cuales son los requisitos. Después de ver las manifestaciones del domingo parece que el enorme asunto que tenemos entre manos -resolver la desigualdad por sexo- se reduce a decidir quien es merecedora del carné.

¿Por qué unas pueden ser feministas y otras no?, ¿Por qué unas si representan a las mujeres y otras no? ¿Con qué autoridad algunas mujeres se abogan el derecho de tener la razón y excluir a quien no comparte su opinión o su forma de actuar?

Las etiquetas deben servir para identificar las cosas pero no a las personas, ni mucho menos a las ideas. No existe una única manera de ver el mundo y esto lo sabemos desde los primeros filósofos griegos…parece mentira que el supuesto “movimiento feminista” provenga precisamente de las universidades, allí donde nace y se cuida el pensamiento libre y el debate.

Pongo en duda que exista hoy un “movimiento feminista” como bloque compacto de mujeres con una única forma de concebir la igualdad y que quien no lo haga se sitúe irremediablemente fuera del feminismo; es decir, en el machismo.

No es así como podremos avanzar en el objetivo último, que no es otro que la eliminación de las barreras que impiden que las mujeres tengan las mismas posibilidades que los hombres. Incluida la posibilidad de la diversidad infinita de opiniones, de creencias, de convicciones políticas, religiosas, morales o éticas. El hecho de ser mujer no nos obliga a comulgar con nadie más que con nosotras mismas como personas.

Ni con ese lenguaje anti masculino ni con el sectarismo y la intolerancia se logrará una equiparación entre sexos. Se equivocan mucho quienes creen que esa confrontación beneficia a las mujeres.

La igualdad de oportunidades no tiene hoy, o no debe tener, colores políticos, ni debe responder a banderas ni a uniformes, ni a consignas efímeras. No se trata de colgarse pañuelos violetas al cuello y luego dejarlos en la basura o en el armario hasta el año siguiente.

No. Francamente creo que no ha sido un 8M para recordar. Mejor me quedaré con la imagen y lo que representa el trabajo diario de millones de mujeres que, sin consignas ocurrentes, sin oportunismos ni aspavientos derriban cada día a cara descubierta un trozo del muro y un pedazo del techo que nos separan de la igualdad.

 

Foto: Luis Cobas