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Que el  mundo del arte es sinónimo de progreso, de apertura y tolerancia es uno de esos mitos que se han asentado a lo largo de la historia pero que  no se corresponde en absoluto con la realidad.

Hace unos meses desde esta misma tribuna comprobamos la escasa presencia femenina en los certámenes literarios o en los premios cinematográficos más relevantes. Como si una mano negra persistiera en tapar con un tupido velo el talento creativo y lo dejara aparcado en la sombra de almacenes y zaguanes.

Esta semana he descubierto de manera pasmosa que en la pintura sucede lo mismo. Por primera vez en la historia del Museo del Prado dedica una muestra a una mujer. En sus casi dos siglos de existencia el museo más importante de España y, sin duda, uno de los más reputados del mundo, nunca dedicó una muestra a una pintora.

La elegida es una artista flamenca; Clara Peeters. Poco se sabe de ella, ni siquiera su año exacto de nacimiento, entre 1588 y 1590. Sólo eso ya nos enseña cómo la historia, narrada de manera casi exclusiva por historiadores varones, va tejiendo a lo largo de los siglos, un manto de olvido sobre ellas.

Clara Peeters  no podía, obviamente, asistir a una academia para formarse, y, por ello toda su obra es de naturaleza muerta, un género que podía practicar en su propio domicilio. Acudir a una escuela de pintura era un privilegio exclusivo para los hombres y una manera de cercenar el desarrollo creativo de las mujeres. Muchas eran hijas o esposas de pintores que pintaban bajo su alero y en muchos casos sus obras terminaban siendo firmadas por ellos. El gran Boccaccio sentenció   tajante: “El arte es ajeno al espíritu de las mujeres pues esas cosas solo pueden realizarse con mucho talento, cualidad casi siempre rara en ellas”.

Cabe preguntarse cuántas obras permanecen aún escondidas, cuántas autoras ocultas bajo nombres masculinos.

El Prado cuenta con casi 8.000 pinturas catalogadas, sin embargo sólo se exhiben cuatro obras de tres pintoras. El resto de las obras de una treinta artistas duermen  en los almacenes.

Cuando escarbamos en la historia femenina nos encontramos con tal cantidad de injusticias que parece imposible repararlas. Esta muestra de Clara Peeters abre un pequeña puerta a compensar siglos de silencio.

Clara Peeters “es una figura clave del bodegón”, afirma Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado, “no sólo la hemos elegido por ser mujer, y no va a ser la última.”  Menos mal¡,  y todo esto en pleno siglo XXI.

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