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No debe ser fácil ganar un Nobel de Medicina. Es uno de los premios más cotizados y probablemente de los que más prestigio otorguen al que lo recibe. Sin embargo al británico que lo obtuvo en el año 2001 no le ha servido como escudo a las millones de críticas que le han llovido desde todos los rincones del mundo por sus comentarios sexistas.

El químico británico alcanzó mayor fama que con el Nobel al decir : “Pasan tres cosas cuando están en el laboratorio: te enamoras de ellas, ellas se enamoran de ti y, cuando las critican, lloran” y abogó por laboratorios separados entre hombres y mujeres. Bastaron minutos para que centenares de científicas del mundo comenzaran a contestarle y a poner en marcha una vírica campaña en redes sociales.

Y es que precisamente, el mundo científico e investigador es uno de los sectores donde más difícil es alcanzar niveles aceptables de igualdad.

La propia Royal Society, de la que Hunt forma parte, se distanció inmediatamente del profesor en un artículo con un título que lo dice todo: “La ciencia necesita mujeres”.

En España, sin ir más lejos, sólo el 22% de las sociedades científicas está dirigido por mujeres. Otro dato: ellas representan el 51% de los estudiantes de doctorado, pero cuando se trata de ocupar puestos de responsabilidad la cifra cae en picado al 19,5% (datos del Ministerio de Economía).

Al británico no le ha quedado otro remedio que presentar su dimisión como profesor emérito de la University Colleege London. Este centro británico se había apresurado a tomar distancia con respecto a las declaraciones sexistas del químico. Tal vez en otros tiempos contar con un Nobel de Medicina en el currículo vitae hubiese podido  actuar como un salvoconducto, un escudo protector detrás del cual estar al abrigo de toda crítica. El caso del doctor Hunt demuestra que vamos camino de la tolerancia cero en el discurso sexista, es la prueba irrefutable de que  nadie está exento de la crítica más contundente en caso de defender propuestas machistas.

No quiere decir esto que mañana los grupos de investigación pasarán a ser dirigidos por mujeres o que las jefaturas de los equipos de científicos  serán más femeninos pero, desde luego, es un paso adelante para que las científicas, las investigadoras, las catedráticas obtengan el reconocimiento que merecen y que se eliminen las trabas para su acceso a los puestos de dirección.

Probablemente entonces ellas estarán lo suficientemente preocupadas por sus proyectos como para enamorarse de sus colegas. Y menos aún  para lloriquear cuando las abandonen.