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Nunca me han gustado los “Día internacional de…” Con la intención de dedicar una jornada a una reivindicación o demanda social en realidad lo que conseguimos es que los otros 364 nos olvidemos del asunto. Así, lo que debería ser una batalla cotidiana se convierte en una celebración anual que suele pasar sin pena ni gloria. Nos quedamos tan a gusto con nuestras conciencias al habernos puesto el lazo del color estipulado y hasta el año que viene.

Estoy casi segura de que usted no sabía que también hay un Día Internacional de la Igualdad Salarial, confieso que yo tampoco. Pero ya que existe y, además, me parece un asunto suficientemente importante y grave vamos a dedicarle la columna de rigor.

La pregunta es simple, ¿es posible que en nuestra Europa rica y de progreso las mujeres ganen en torno a un 20% menos que los hombres? El sindicato UGT  afirma que las españolas deben trabajar 88 días más que ellos para percibir el mismo salario, lo que supone una media de un 24% menos que el sueldo masculino. Según las estadísticas de la Unión Europea los índices son algo menos negativos: las mujeres necesitan trabajar 70 días más y el porcentaje para España no es de 24% sino de 19,3%. Pero más allá de estas diferencias que no son más que producto de las metodologías aplicadas, la realidad está ahí, contundente: las mujeres cobran menos que los hombres por un trabajo equivalente. A esto se le llaman brecha salarial de género.

No estamos solos en esta triste constatación, ni tampoco somos los peores de la clase ni mucho menos. Todos los países de la UE arrastran el mismo drama, sólo varía la intensidad, España está tres puntos por encima de la media, situada en un también inaceptable 16%. Pero el hecho de que todos los Estados europeos mantengan año tras año esta tasa inamovible de discriminación no debe servir de consuelo para nadie.

Parece difícil salir de este círculo vicioso.  En primer lugar porque la maternidad sigue siendo un lastre para la incorporación de la mujer al mercado laboral y además tira a la baja su salario, como si el empresario quisiese compensar el riesgo de contratar a una mujer en edad de procrear. En segundo lugar porque los incrementos salariales de los hombres crecen más que los de las mujeres y por tanto se perpetúan las diferencias. Castigadas por estar en edad fértil y también por no estarlo, porque las estadísticas lo que también muestran es que a mayor edad, mayor desigualdad. Eso sí, ellas arrasan en materia de trabajo temporal y con horario parcial, Y no porque elijan trabajar menos, sino porque no encuentran trabajo a tiempo completo. Lo peor es que son ellas las reinas del empleo menos especializado y por ende, pero pagado.

La situación laboral del sexo femenino no es, por tanto, para celebrar ni congratularse. Tal vez sería conveniente pasar de un día al año a los 365. Igual así conseguimos reducir la brecha.