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Cada 25 de noviembre asisto a la caminata que recorre el último tramo del Camino de Santiago hasta el Obradoiro, organizada por la Xunta de Galicia . La primera vez fue hace 6 años, en 2013,  éramos pocas caminantes y los hombres aún menos.

El pasado domingo diría que había casi tantos hombres como mujeres. ¿Será que el mensaje de que este es un asunto de todos cala, como el frío húmedo compostelano? Seguramente, pero lo cierto es que el domingo amaneció con una asesinada más. La mató su ex pareja y delante de sus hijos. Esta frase se ha convertido en una muletilla, “delante de sus hijos”.   ¿Alguien duda aún en considerar que esos niños son también víctimas?

Miles de personas salieron a las calles en todas las ciudades, jornadas de reflexión sobre el tema, mesas redondas, testimonios en los medios. He escuchado a psicólogos y trabajadores sociales, responsables de los CIM (Centros de Información a la Mujer), de las casas de acogida, horas de televisión y radio, comentarios y columnas de opinión en diarios…

Todo esto el 25 de noviembre,  al mismo momento en el que un hombre,  en Huesca, como si fuese ajeno a todo lo que le rodea,  se dirige a su ex casa y mata a cuchilladas a su ex pareja.

La vicepresidenta del Gobierno dice en Twitter que “no pararemos hasta dejar la estadística a cero”, admiro sus buenas intenciones. Los suecos, los noruegos, esos países que llamamos los más avanzados del mundo, los más paritarios, los más equitativos,  son los que muestran el mayor índice de crímenes machistas. ¿Preocupante verdad?

En el año 2016 en España, 57 mujeres fueron asesinadas por sus maridos, parejas, amantes…En Alemania, la locomotora económica europea,  fueron 149, lo que desborda toda proporción pese a las diferencias demográficas.

Este enemigo es duro de roer. Este fenómeno social no es simple, no se soluciona a base de decretos, tampoco con dinero, lamentablemente es más complejo. Y creanme que puedo parecer incorrecta, pero estoy segura de  que no va a desaparecer. Sólo podremos mitigarlo.

Es complejo porque los factores que intervienen son diversos. Cierto es que el peso de una educación y una cultura  machista es la base del problema, pero no todos los hombres matan ni maltratan y sin embargo todos hemos sido educados bajo principios machistas.

Hay más elementos que entran en juego para convertirlos en asesinos…

La violencia no aparece sin más, es casi siempre el resultado del establecimiento de una relación de dominación. La falta de independencia económica de la mujer es clave para establecer un vínculo de sometimiento, monetario primero, psicológico después. El círculo comienza y deriva en el miedo, la vergüenza y el silencio.

Una mujer independiente económicamente, formada y con trabajo es una mujer más libre, más respetada, es una mujer que cuenta con mayores recursos económicos y psicológicos para enfrentarse a un maltratador. No hay una receta infalible, pero todas las experiencias de trabajo con mujeres víctimas de violencia demuestran que la clave está en convertir el miedo en poder y eso, para bien o para mal,  lo da el lugar que ocupamos socialmente.